Empalagosa II

A veces, hay una parte humana que funciona como escudo y seguridad, esa parte que alguien llamó miedo.

La música de la radio del coche envuelve a la luna, y sumidos en el silencio, intentas pronunciar cualquier palabra para poder romper con tu miedo a callar, y yo, con mi miedo a meter la pata, callo fundiendo mi mirada en el silencio.

Me vuelvo muda porque soy incapaz de expresar lo que pienso fuera del papel, siempre se me ha dado bien esconderme entre las letras. Podría decirte tantas cosas… me gustaría señalarte las estrellas y mostrarte que para mí son velas que parecen que han salido a posta para hacernos sentir más pequeños, podría hablarte de la luna, que se ha vestido con complejo de gato para realizar travesuras en mi cabeza como en Alicia en el País de las Maravillas, y para qué engañarnos, me pueden las ganas de decirte que te quiero, y bien remarcado, haciendo de esa frase todo un poema.

Hay un hilo, un hilo que ata mi lengua y que ligado a mi cerebro, no me dejan conversar. Ese hilo es la base de mi escudo, del miedo que desde hace tiempo se entrometió en mi camino. Te miro, y nervioso, crees que me pasa algo, sonrío, y te tranquilizas, porque lo sabes, sabes que el hilo rojo que me une a ti me aprisiona las palabras.

Con delicadeza aferras mi mano, y dándome fuerzas para cortar con mis tijeras invisibles el hilo que me aprisiona, te susurro: “Te quiero”, y recibiendo también tu poema, finjo quedarme dormida.


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