Tañen las campanas.

Tañen las campanas en mi mente,
mi corazón se inunda de madera.
¿A dónde ha ido esa porción de aire?
¿Qué es lo qué te encuentras cuándo nada queda?


Suena,
suena la música decaída.
Suena,
siempre suena y nunca calla.

Las palabras vacías no llenan,
y las bocas lujuriosas tienen ganas de probar la sangre.
Las letras se transforman y llenan todo de risa
con ese eco que llena a más de un corazón con el mal del hombre.

Porque suenan,
siempre suenan
las campanas de esa iglesia.

Corre, huye,
escapa de lo que se esconde,
sal de ese cubículo y vuela,
por favor vuela,
calla a las campanas de la iglesia.

Suenan,
suenan,
suenan.

Encerrada en cemento
lo que fue vida ha muerto.
Encima de la madera,
algo guarda el aire que revolotea dentro:
un pequeño cascabel verde sin dueño que en vez de sonar,
sueña con aire fresco...

...Porque sueña, siempre sueña, con sonar en nuevo viento.

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